“La reina del grito” de Desirée de Fez: un viaje por los miedos y una declaración de amor al cine de terror

Sara Bamba
6 min readOct 27, 2020

Hace tiempo que mis tareas de madre y los mil proyectos con los que me gano la vida no me dejan leer con fruición y asiduidad. Ayer me di cuenta de que, en realidad, solo me pongo excusas, como para tantas otras cosas, porque La reina del grito de Desirée de Fez lo he leído en apenas tres días con el ansia con la que leía cuando era adolescente. Y quizá haya sido por lo mucho que me ha conectado con la adolescencia y por la brutal sinceridad con la que está escrito. Y es que las entrañas, al final, enganchan.

Desirée hace un repaso valiente por sus miedos, los de ayer, los de hoy y los que vendrán, y los hilvana de una manera muy inteligente y hábil con las películas de terror que han marcado su vida como crítica de cine, pero también como mujer. Porque hace muchos años que decidió dedicar su vida al cine de terror. Y por eso este libro es una declaración de amor absoluto hacia este cine que ella tan bien conoce y ama. Cuántas veces no va el amor acompañado del miedo. Quizá casi todas.

La autora habla sin filtros sobre sexo, sobre la maternidad, sobre su entorno profesional tan históricamente masculinizado. Y es que en una época en la que usamos los filtros en las aplicaciones para ocultar lo que somos realmente, se agradece alguien que habla sin tener que pasar por ellos. Con esa misma honestidad también reflexiona sobre los miedos aprendidos, los heredados, los que específicamente nos inoculan como mujeres casi antes de nacer y sobre cómo ella a través del cine de terror ha aprendido a lidiar con ellos. Y esta para mí es la clave más interesante sobre la que pivota todo su ensayo: cómo el cambio esencial es realmente identificar los miedos, cuestionarlos, mirarlos de frente y diseccionarlos, si hace falta. Incluso asesinarlos y hacerlos sangrar como en una película de terror. Mirar el miedo, qué hermoso concepto. Igual que hemos mirado todas esas películas durante tantos años enfrentándonos a todos nuestros miedos, quizá sin saberlo.

Es curioso que justo en los días previos a la lectura de este libro haya tenido una tremenda sensación del paso del tiempo cuando el otro día leí que se cumplían veinticinco años del estreno del Día de la bestia. Y me recordé con quince años, en los Capitol, la semana del estreno. Salir del cine y ver la torre de Schweppes allí mismo. La misma. En una especie de metaficción y de estar asistiendo a algo generacional, a algo que, ahora lo sé, me hizo enfrentarme a algunos miedos adolescentes. Y justo también en estos días vi Las niñas y, sin ser una película de terror, me puso de frente el mayor terror que tenía en 8º de EGB: el reconocimiento médico del colegio. Leyendo el maravilloso Reina del grito, he conectado con estos dos recuerdos y he traído a mi mente otros muchas más. Porque este libro es, también, un viaje a los miedos de tu vida, es subirte en el tren de la bruja y que, mientas asistes a los de la autora, vayas pasando también por los tuyos sin que puedas evitarlo.

Me gusta mucho todo lo que cuenta Desirée porque no lo hace con la mirada del discurso aceptado sobre según qué temas. Por eso me parece valiente no solo por su sinceridad sobre sí misma y su intimidad (la intimidad, al final, es honesta, nos conecta y nos transforma de algún modo), sino por atreverse a decir lo que piensa sobre cada uno de los temas que trata. Creo que, de algún modo, alude a la moda actual de cancelar a autores y sus obras y propone algo que es la que me parece la postura más inteligente y la que también a mí me convence: no se trata de cancelar ni de negar, se trata de mirar y cambiar la mirada, cuestionar, pero no borrar.

Es también este libro un manual de películas a las que volver o a las que ir por primera vez, ya que cada capítulo aborda una película o un subgenéro y así ella va trazando una interesante relación entre ellos y sus propios recuerdos y miedos. Hace muchos años que Desirée trabaja en el festival de Sitges y muchos más que es crítica de cine especializada en el cine de terror, por lo que su conocimiento sobre este tema es muy profundo y es lo que le lleva a construir esa especie de gran metáfora perfectamente diseccionada en cada uno de sus capítulos. Es, sin duda, una lectura que recomendaría a mi alumnado y les diría que lo acompañaran también del documental Sesión Salvaje y ya tendrían una buena cantidad de películas que visitar y sobre las que hacer muchas reflexiones.

Hay algo que siento la necesidad de hacer a riesgo de caer en un egotour, pero quiero más bien llamarlo: hacerse un “Reina del grito”, es decir, compartir los miedos pasados y los venideros a través de las experiencias audiovisuales. Por eso quiero contar tres recuerdos que me ha traído Desirée a la mente en la lectura de su libro y con los que creo que también cierro la que ha sido para mí una relación muy personal con su texto.

El primero, la noche que más miedo pasé de mi vida. Una en la que con unos ocho años mis primos me dijeron que viera La noche de los muertos vivientes con ellos, que después no me dejarían dormir sola en una habitación. Y me dejaron. Quizá esa noche aprendí que los miedos, al final, se afrontan en soledad, como la muerte.

El segundo fue el día que en una cita a los dieciséis años le propuse a mi medio ligue ir al cine a ver Carretera perdida. Lo que pensó el chico debería contarlo él, yo solo sé que al salir ese muchacho no podía ni hablar. No sé si por estupor o porque pensó que era la película más rara que había visto hasta el momento. No volvimos a quedar, ese podría ser el resumen. En mi caso, fue revelador cómo esa película me conectó con mi lado oscuro y me enseñó no solo a no tenerle miedo, sino a explorarlo siempre que tuviera ocasión. Gracias, Lynch, por tan buenos ratos.

El tercero tiene que ver con el parto. Por cierto, todo lo que cuenta Desirée en este libro sobre los partos, el puerperio y la maternidad son de esas cosas que necesitamos leer con esa sinceridad de sangre, vísceras y humor porque, al final, el parto va un poco de eso, de ser una especia de tragicomedia animal. Y aquí os quiero entrecomillar algo del libro que me ha encantado: “Hay algo superanimal en los dos días previos al parto, algo casi tan solitario y salvaje como el alumbramiento en sí mismo”. Una vez más, la soledad ante el miedo y lo desconocido.

Y es que, cuanto más lo nombremos el parto, lo animal, lo salvaje, el puerperio, la soledad de la maternidad… más visibilidad tendrá y quizá contribuyamos cada vez más, no solo con el acto de la maternidad en sí misma sino con muchos otros que nos atañen a las mujeres, a romper la imagen de la mujer como el espejo de la fragilidad.

Pues eso, el tercer recuerdo, el parto. Tiene que ver con la noche en la que me mandaron a casa a dilatar y en una habitación el padre de la criatura y mi cuñada veían Juego de tronos y mi hermano y yo en otra habitación hacíamos lo propio con The Good Wife. Curiosamente, ese día el contenido sangriento lo vio el padre, no yo. Supongo que le debió venir bien la preparación para lo que sus ojos iban a contemplar en las siguientes horas.

Hay también una cuarta cosa (perdón, no puedo parar, es lo que tienen las buenas lecturas que motivan a escribir) y fue cuando cometí el error de ponerle a mi hija Eduardo Manostijeras siendo bastante pequeña y no solo se murió de miedo sino que durante muchas semanas me recriminó haberle puesto una película “de doce años”. Esto me hizo temer por mi credibilidad como madre a partir de ese momento. Sin embargo, algo debió de ocurrir en ella porque ahora es una amante de Tim Burton, el terror y la noche de Halloween. Además, ya no le tiene miedo al pasillo oscuro de nuestra casa. Lo que corrobora la tesis de Desirée: mirar a la cara a los miedos en las películas de terror hace que podamos entender los nuestros propios y enfrentarnos a ellos.

Y una última reflexión que también hace Reina del grito y a la que creo que nos agarramos desesperadamente las personas que nos dedicamos a esto: al final, el cine da sentido a nuestras vidas, nos interpela y nos hace reflexionar sobre la realidad y sobre nuestra propia persona. Y por eso el cine de terror da sentido a nuestros miedos, como dice Desirée. En la medida en la que haya más creadoras en el cine de terror, efectivamente, como de manera muy acertada expone la autora, empezaremos a vislumbrar más mujeres lidiando con el miedo, no solo padeciéndolo. Así que, corred a leer este libro, siempre es un buen momento para mirar a vuestros miedos a la cara.

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